Te toca

A veces alguien llega y te toca, como si te posara una mano en el pecho, liberando un poco la presión… permitiéndote respirar de nuevo, e igual ni siquiera lo buscó o fue consciente de ello… ni si quiera pensó qué pasaría cuando quitara la mano de ahí… si suspirarías o contendrías el aliento intentando no dejarlo ir. Entonces, retira la mano y está ahí. Una sombra que apenas esboza un reflejo de lo que estremeció. Y ya no se va, la sombra queda quieta, confundiéndose entre tus lunares, desdibujandose y uniéndose a las otras sombras que se entrelazan en todo tu ser.

Y no se quedan solo ahí, recorren el aire tocando las calles, los atardeceres, las canciones y las cosas nimias. Ya no se va. Lo inunda todo, sin que te des cuenta, te hace sonreir, gritar o llorar, aferrándose a tu subconsciente y haciéndote sentir que formas parte de alguien y que ese alguien, ahora forma parte de ti. Ya no puedes borrarlo, no importa lo que patalees o luches, siempre seguirá ahí, incluso cuando crees que ya no está, un día te levantas y vuelven a ti, cada una de las risas, las palabras, las sensaciones y se te ilumina la cara al recordar, al ver que todo sigue ahí, a pesar de que creías que lo habías olvidado.

Hoy me he despertado y son las cuatro
Me llama mamá, no la quiero preocupar
Todo se me cae encima, no aguanto la presión (la presión)
El que duerme conmigo está en mi cuarto
Me apaga la luz, no puedo respirar
No se escucha en el pasillo al gato
¿Dónde estoy, dónde estoy?

Porque no se puede. No se pueden borrar los recuerdos por mucho que te esfuerces, igual que no puedes evaporar todos los océanos, quitarle el brillo a las estrellas o apagar la luz del sol.

Y a veces no es agradable, porque ya no está, se fue, sin saber muy bien porqué tuvo que pasar, a pesar de que entiendas que no todo es eterno ¿por qué todo tiene que terminar? ¿por qué hay cosas tan buenas que cambian, que dejan de estar ahí de la misma manera? No importa si es lo que quieres o no, sucede y ya está. Eso no implica que ya no importe, que se diluya en el olvido, porque tu sombra también sigue ahí, dibujada en un pensamiento que era tuyo y que ahora es mutuo, en una broma que nadie más entiende o en la forma peculiar de abrir unas patatas fritas.

Se me solapan las horas
Que alguien pare el reloj
To’ lo que tengo no importa
Cuando odio hasta mi voz
Siento que no hay tiempo pa’ llorar
Soy tan bipolar, que no me entiendo ni yo
Qué miedo sentirme sola
Qué miedo hacerme mayor

Si te miras, ves que ya no puedes separarlo. Cada una de esas sombras, te recorren, hacen que evoluciones y forman parte de lo que eres. La forma de reír, de ver el mundo, las pasiones y hasta los silencios, reflejan todas esas manos que te han tocado, las que te siguen sosteniendo e incluso las que te han desgarrado.

No tengo tiempo pa’ llorar
Estoy donde quería estar
Pero aun así me ahoga la ansiedad
No tengo tiempo pa’ llorar
Estoy donde quería estar
Pero aun así me ahoga la ansiedad

Así que no, no te olvidará, por mucho que se esfuerce, por muchos kilómetros que ponga de por medio o porque conozca a otras personas. Tu mano seguirá ahí, marcada, invisible e imperecedera.

Quizá duela, pensar que todo cambia, que no es eterno y que no den ganas dejarnos tocar, por no sentir ese vacío cuando todo vuelva a cambiar y deje de ser igual. Quizá, dé miedo confiar nuestras vulnerabilidades, porque ya nos echaron sal en las heridas que otras manos dejaron en nuestra piel. Quizá no creamos que nos van a entender y estemos cansados de dejar nuestra tez desnuda, para que la marquen como quieran. Quizá deberíamos taparla para que nadie la vea. Cuando quizá lo único que necesita es cariño, para sanar.

A veces lo que queda de nosotros, es esa mano marcada en el pecho.

O quizá, lo que necesitamos es dejarnos tocar por cada huella que está ahí. Impregnarnos de cada una de ellas y parar a deleitarnos con su figura incluso cuando solo sean sombras. Permitirnos sentir, todo lo que necesitamos sentir, para avanzar y poder disfrutar de todas las veces que nos tocaron.

Y ahora, está todo impregnado de cada una de esas huellas, y así seguirán, yendo y viniendo, sin cesar y teniendo que volver a empezar. Pero si no es así ¿qué nos queda?

Quizá la siguiente, se quede ahí, marcada, junto a la tuya.

Con cariño, para Audrey.

Deja un comentario